Las discusiones sobre si deberíamos o no llamar o no llamar a las “leches vegetales” así viene de décadas atrás. Sin embargo, valdría la pena incluir a las leches “reales” en la discusión y ofrecer más claridad sobre los componentes de los productos de origen lácteo.

La palabra leche viene del latín lactis y se define como el “líquido blanco que segregan las mamas de las hembras de los mamíferos para alimento de sus crías” y “leche de algunos animales que se emplea como alimento de las personas”. Sin embargo, los humanos han consumido leche de otros animales incluso miles de años antes de Cristo (incluso cuando ni siquierda podrían digerirla) y desde entonces la palabra ha cobrado muchos otros matices y significados. En el DRAE una tercera definición es la de “jugo blanco obtenido de algunas plantas, frutos o semillas. Leche de coco, de almendras” y “leche” también puede ser una crema cosmética (leche hidratante) o referirse al semen, suerte o un golpe.

A medida que crece la oferta y demanda de las leches vegetales (y en general los productos veganos) los marcos regulatorios y las expectativas de los consumidores con respecto al etiquetado evolucionan, pues el debate tiene numerosas aristas. En ello, juegan, además de factores políticos e intereses sectoriales, los detalles de la composición química y nutricional de leches animales y vegetales respectivamente: ya que la leche animal es una fuente única de nutrientes para recién nacidos (de la misma especie), contiene una incomparable variedad y concentración de proteínas y nutrientes (por ejemplo, en los humanos se asocian muchas enfermedades con la imposibilidad de haber tomado leche materna en la temprana infancia), que no podría ser equiparada por leches vegetales. Las leches vegetales que se encuentran en supermercados suelen estar enriquecidas con vitaminas y minerales, pero frecuentemente también incluyen componentes que no son ideales, como grasas trans, en algunos casos bajas cantidades del ingrediente principal del que dicen ser (almendra, coco, soya, etc) y la presencia de químicos que buscan aportar las propiedades organolépticas de la leche de origen animal.

Sin embargo, vale la pena considerar que la reflexión sobre un mejor etiquetado podría ser pertinente no solo para productos de origen vegetal, ya que sería valioso para el consumidor también tener conocimiento sobre la cadena productiva por la que pasan los lácteos antes de llegar a la mesa. La claridad sobre procesos, componentes y trazabilidad continuarán consolidándose como un asunto clave en el debate futuro en torno a los productos agropecuarios y de ello no se salva la leche, o lo que no es leche, en este caso.

El debate en el mundo

El debate de si podemos llamar “leches vegetales” a bebidas que no son exactamente fluidos mamarios se dió ya públicamente en los años 70s, en Estados Unidos, con la difusión de la leche de soya. Como ahora, la industria de los lácteos alegaba que llamar leche a este producto confundiría a los consumidores. El debate ha revivido varias veces, pero en las últimas décadas el tono ha cambiado, por factores con el descenso del consumo de leche en la mayor parte del mundo, la relevancia del impacto medioambiental de la industria láctea y la aparición de marcas sólidas y en crecimiento de leches vegetales como Oatly (leche de avena desarrollada por los suecos Rickard y Bjorn Oest en los 90s y cuyo desarrollo y expansión ha sido particularmente exponencial en las siguientes décadas). Esto ha hecho que los intereses de la industria láctea no silencien el debate y se esté dando una discusión más ecuánime.

Desde entonces, los cuestionamientos (en el debate público o en arenas políticas) sobre la denominación de productos veganos que traen sus nombres de del mercado omnívoro, como las “leches”, se ha dado en todos los continentes y con diferentes productos, generalmente con el argumento de que esto puede generar confusión para los consumidores. Muchas de estas regulaciones y debates han nacido por demandas dirigidas a marcas específicas (como la demanda en una corte federal de Estados Unidos contra Tofurky en 2019, la demanda de la Asociación de Ganaderos de Missouri a Beyond Meat 2019 o el caso de Redefine Meat en 2022), que aunque no siempre resultan victoriosas si motivan los debates contra el etiquetado vegano, en iniciativas lideradas generalmente por gremios de las industrias cárnicas y lácteas, que han llevado a la restricción del etiquetado de productos de origen vegetal con términos cárnicos en legislaciones de países o estados.

En Estados Unidos el debate más reciente en el Congreso se dió en 2023, y con ello en 2023 la FDA (Food and Drugs Administration) confirmó la legalidad de llamar “leches” a las bebidas de origen vegetal que buscan ser sustitutos de la leche animal, revocando una previa regulación de 2007. Entre los sólidos argumentos que soportaron la decisión estaba, por ejemplo, un sondeo a través del que se pudo verificar que la mayoría de los estadounidenses entiende que las leches vegetales no provienen de fuentes animales.

En Francia la discusión ha sido relevante y se ha retomado varias veces en las últimas dos décadas, siendo la más reciente en 2022, cuando fue oficialmente prohibido el uso de términos relacionados con productos cárnicos (filete, jamón, steak, nuggets, etc.) en productos de origen vegetal.

Sin embargo, ya en 2021 la legislación de la Unión Europea sugirió más flexibilidad al rechazar una enmienda que buscaba impedir que productos de origen vegetal utilizaran terminología de productos cárnicos, aunque a la vez ampliaron las restricciones establecidas inicialmente en 2017 por las que se prohibían términos como “leche” para bebidas de origen vegetal, extensiva a “derivados” como la mantequilla, yogures o cremas de origen vegetal. En Reino Unido, uno de los países donde el veganismo esté más difundido, aunque existen estos debates y consideraciones regulatorias, no han sido tan prominentes como en otros países europeos.

En Latinoamérica el tema no ha tenido una discusión profunda, con excepción de países como Argentina, que en 2017 prohibió el uso de “leche” para productos de origen vegetal; o Brasil, donde se han presentado proyectos para la restricción del uso de la terminología que han generado debate en torno al rotulado de estos productos de origen vegetal.

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